viernes, 23 de diciembre de 2016

El Milagro de la Navidad




Por mas cruel y contradictorio que parezca, la guerra es la muestra más grande de humanidad, Es aquí donde se pone a prueba la resistencia del hombre, su verdadera naturaleza se expone, se muestra tan instintivo, tan grotesco y tan salvaje. Pareciera que la conciencia se esfuma, el corazón se nubla  y se pierde detrás de los pensamientos que se incitan después de ver a sus semejantes caer muertos o sufrir en el fulgor del combate. 

 Existen tantas historias de la perversidad y crueldad del hombre en tiempos de guerra que es imposible asegurar cual es la más vergonzosa y trágica. En tiempos de guerra el hombre no es más que un animal que actúa bajo el instinto de supervivencia, la prima mobilia obedece al amor a la vida que se ve tan efímera, tan traicionera, es una ilusión fugaz que se esconde detrás del rugir de los cañones y se pierde en los escombros de explosiones.

La guerra es también, la fuerza impulsora que enciende corazones solidarios, se ponen a un lado las diferencias y pensamientos que separan. Los hombres pierden su individualidad y forman una hermandad que traspasa religiones, culturas, costumbres, razas e inclusive, fronteras y naciones. Tal y como es el hombre, capaz de ponerse uno contra otro, de armarse y enfrentarse, es capaz de unirse y fortalecerse, de proteger a los más vulnerables, de dar su vida por sus semejantes. 

En los anales de la historia bélica, se encuentra un milagroso evento que sucedió hace más de 100 años en el Frente Occidental durante la Primera Guerra Mundial. En la Noche Buena de 1914, a lo largo de las trincheras de ambos bandos, se produjeron simultáneamente un cese al fuego no oficial incentivado por las celebraciones Navideñas. Son muchas las historias de los soldados que vivieron este singular evento sin precedentes donde se narran intercambios de regalos, ceremonias religiosas, animaciones musicales e inclusive partidos de fútbol entre el Imperio Alemán e Inglaterra.

Un crónica en particular, narra los hechos ocurridos entre una división de escoceses atrincherados a escasos metros de las tropas alemanas apostadas en Ypres. Se dice que en los preparativos de la Noche Buena, los alemanes dedicaron un tiempo especial para decorar su trinchera como antesala para la cena, mientras que los ingleses y escoceses disfrutaban de la música de las gaitas y los manjares caídos como mana del cielo. 
Entre las tropas alemanas se encontraba un tenor de nombre Walter Kirchoff, este empezó a cantar Stille Nacht en un improvisado escenario que, para la apreciación de sus camaradas; tenía toda la ostentosa apariencia de la ópera de Berlín.  Los escoceses encantados por la  dulzura del canto, y dejándose llevar por el animoso espíritu navideño, se encontraron acompañando con las gaitas el majestuoso cantar. Este devenir de cantos y acompañamientos musicales terminó con los soldados ingleses y escoceses apostados sobre la trinchera disfrutando serenamente y sin temor del espectáculo. Posterior a esto, existió una  reunión entre los oficiales rivales donde se acordó una tregua que permitiese a sus hombres disfrutar de la fecha.

Con la ejemplar reunión de sus oficiales, las tropas caminaron repentinamente fuera de sus trincheras hacia la tierra de nadie donde se encontraban los helados cuerpos de sus camaradas caídos. Existió un improvisado intercambio de regalos que consistían en piezas de chocolate, bocadillos y tazas con whisky. Los soldados confraternizaron, la barrera impuesta por sus nacionalidades y lenguajes desapareció, la música y el deporte reinó el ambiente. Esta pequeña tregua fue aprovechada para enterrar a los muertos en medio de un solemne ritual militar. Antes de ir a descansar, las tropas se reunieron frente a una cruz para oficializar una misa en latín donde agradecieron a Dios y pronunciaron unánimemente el Salmo 23.

Con la llegada del 25 de diciembre, los soldados entrados en confianza supieron medir el potencial de sus nacionalidades en un fraterno partido de fútbol que terminó con el marcador favoreciendo al imperio Alemán.
Estas historias que rayan en lo apócrifo se repitieron a lo largo de todo el Frente Occidental de la misma manera que sucedió en el Oriental durante la Pascua del mismo año.

Es así como un milagro sucedió, el espíritu navideño permitió que fatigados y desilusionados soldados pusieran de lado las penosas y deplorables condiciones, para compartir un tiempo suntuoso con sus rivales. Pareciera que la Providencia, conocedora de nuestra propia naturaleza destructiva, nos permite mostrar el lado amable, los corazones se ablandan y se muestran como son, la esperanza extiende una oportunidad incomparable que trasciende ideales.

Independientemente de creencias religiosas, existe un poder que es indefendible para nuestro débil conocimiento, este poder es el condumio de nuestro ideales, los cimientos de la moral y  el verdadero sentido de nuestra existencia. Es la respuesta a nuestro padecimiento, una convicción arrolladora que nos empuja a mantener la fe en tiempos complicados, sin duda alguna es una suerte de impulso que nos mantiene creyendo en nosotros mismos,

Desde mi amada Dite, un saludo.

Felices fiestas.





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