domingo, 23 de abril de 2017

El Diccionario del Diablo




Recuerdo mi primer encuentro con aquel libro. No tenía más de 11 años, cuando en una visita a la librería de un centro comercial de mi amada Dite resaltó a mi vista una extraña portada con la ilustración de un demonio caminando encorvado con dirección a un caldero. Confieso que más que miedo (lo que debería sentir cualquier niño) una gran curiosidad y emoción invadió mi joven espíritu. Lo primero que pasó por mi cabeza fue: ¿El diablo tiene un diccionario?  y si así era, ¿Qué extrañas  palabras  y maldiciones podría contener?.  Con algo de nerviosismo, tomé el libro y abrí al azar una de sus páginas para leer la primera palabra que mi dedo apuntara:

Circo: Lugar donde se permite a caballos y a elefantes contemplar a los hombres, mujeres y niños en el papel de tontos

-El diablo tiene un gran sentido del humor, o una vista algo trillada de las cosas- Supuse.

Con el pasar de los años, decidí buscar nuevamente el libro para saber sobre su autor y su peculiar sentido del humor. Una referencia rápida fue el Gringo Viejo, aquí se narra la historia de un anciano de 60 años que recopila todos sus escritos y abandona a su infiel esposa para unirse al Ejercito de Liberación de Pancho Villa  en calidad de observador sin dejar mayor explicación. Gringo Viejo fue la película biográfica de Ambroce Bierce; uno de los más notables escritores norteamericanos por su estilo tan jocoso, pragmático y directo de criticar a la sociedad de su época, nada se escapaba a la pluma de Bierce a  quien los críticos consideran heredero de Poe o Melville.

Criado en el seno de una familia extremista religiosa, Bierce creció con el odio y prejuicio que inculcaba su padre a todo aquel que no compartiera el calvinismo, tanto su carácter como el de sus 12 hermanos empezaron a endurecerse desde muy temprana edad  al punto que nació en él un odio hacia su propia familia. Tales circunstancias de autoritarismo doméstico incitó a que uno de sus hermanos escapara de casa para fungir de actor mientras que su hermana decidiera enrolarse como misionera en África donde a la final sería devorada por caníbales.  Parece que la tragedia lo acompañaría toda su vida ya que siempre estuvo enfermo, se sospechaba que su esposa le era infiel y dos de sus hijos terminarían muertos, uno víctima del alcohol mientras que el otro durante una pelea.

Después de una notable carrera militar, se licenció en periodismo lo que le permitiría desempeñarse como colaborador en algunos periódicos de San Francisco, es desde este punto donde su producción literaria se desenvuelve en su máxima expresión. Una colección de cuentos de terror lo ponen a la altura de Poe, sus escritos son elogiados por Lovecraft quien en su ensayo El horror Sobrenatural en la Literatura, se dedica a lo largo de varias páginas a elogiar y criticar el trabajo de Bierce de los cuales escribe: «en todos ellos hay una maleficencia sombría innegable y algunos siguen siendo verdaderas cumbres de la literatura fantástica estadounidense».

Además del terror, lo que destaca a Bierce como escritor es el humor negro y la sátira. Su obra cumbre El Diccionario del Diablo fue concebido como una recopilación de cerca de 1000 definiciones que aparecieron en los diarios desde 1881 hasta 1906. Aquí las palabras toman un sentido opuesto y crítico a su verdadera esencia, mientras que en otras, su definición es tan clara y obvia que rayan en lo absurdo. Existen definiciones que arrancan el velo de lo ético y nos hacen cuestionar sobre lo correcto y lo erróneo.  Letra por letra, el autor riñe con el hombre y expresa su encono. ¿Nuestro lexicógrafo es un misántropo? ¿un crítico? o ¿simplemente un loco?. Para mí no es más que un infeliz a quien  los golpes de la vida carcomieron su vista y su cordura, al punto que describe las cosas no como deberían ser, sino como verdaderamente son.

Algunas de las definiciones más reflexivas e hilarantes son: 

Aborígenes, s. Seres de escaso mérito que entorpecen el suelo de un país recién descubierto. Pronto dejan de entorpecer; entonces, fertilizan. 
Amistad, s. Barco lo bastante grande como para llevar a dos con buen tiempo, pero a uno solo en caso de tormenta. 
Ayer, s. Infancia de la juventud, juventud de la madurez, el pasado entero de la ancianidad. 
Bautismo, s. Rito sagrado de tal eficacia que aquel que entra en el cielo sin haberlo recibido, será desdichado por toda la eternidad. Se realiza con agua, de dos modos: por inmersión o zambullida, y por aspersión o salpicadura. Si la inmersión es mejor que la aspersión, es algo que los inmergidos y los asperjados deben resolver consultando la Biblia y comparando sus respectivos resfríos. 
Boda, s. Ceremonia por la que dos personas se proponen convertirse en una, una se propone convertirse en nada, y nada se propone volverse soportable. 
Bruto, s. Ver Marido.
Caníbal, s. Gastrónomo de la vieja escuela, que conserva los gustos simples y la dieta natural de la época preporcina. 
Cañón, s. Instrumento usado en la rectificación de las fronteras. 

Una de mis favoritas:
Cerbero, s. El perro guardián del Hades, que custodiaba su entrada, no se sabe contra quién, puesto que todo el mundo, tarde o temprano, debía franquearla, y nadie deseaba forzarla. Es sabido que Cerbero tuvo tres cabezas, pero algunos poetas le atribuyeron hasta un centenar. El profesor Graybill, cuyo erudito y profundo conocimiento del griego da a su opinión un peso enorme, ha promediado todas esas cifras, llegando a la conclusión de que Cerbero tuvo veintisiete cabezas; juicio que sería decisivo si el profesor Graybill hubiera sabido: a) algo de perros y b) algo de aritmética.


Diccionario, s. Perverso artificio literario que paraliza el crecimiento de una lengua además de quitarle soltura y elasticidad. El presente diccionario, sin embargo, es una obra útil.
Diluvio, s. El primero y más notable de los experimentos de bautismo, que lavó todos los pecados (y los pecadores) del mundo.
Disculparse, v. i. Sentar las bases para una ofensa futura. 
Dramaturgo, s. Dícese del que adapta obras del francés. 
Ermitaño, s. Persona cuyos vicios y locuras no se ejercen en sociedad. 
Erudición, s. Polvillo que cae de un libro a un cráneo vacío.
Excentricidad, s. Método de distinción tan vulgar que los tontos lo usan para acentuar su incapacidad. Éxito, s. El único pecado imperdonable contra nuestros semejantes.
Fe, s. Creencia sin pruebas en lo que alguien nos dice sin fundamento sobre cosas sin paralelo. 
Fiesta, s. Celebración religiosa generalmente caracterizada por la glotonería y la ebriedad, que suele realizarse para honrar a alguien que se distinguió por ser un santo y un abstemio. En la liturgia católica hay fiestas móviles y fijas, pero los celebrantes se quedan invariablemente fijos a la mesa, hasta que se han saciado. En su estadio primitivo, estos entretenimientos asumían la forma de festividades en honor de los muertos; fueron celebradas por los griegos con el nombre de “Nemesia”, y también por los aztecas y los incas, y en tiempos modernos son populares entre los chinos; aunque se cree que los muertos de la antigüedad, como los de hoy, comían poco. Entre las numerosas fiestas de los romanos, se encontraban las “Novemdiale”, que según Tito Livio, se celebraban cada vez que llovían piedras del cielo. 
Gramática, s. Sistema de trampas cuidadosamente preparadas en el camino por donde el autodidacto avanza hacia la distinción.
Hombre, s. Animal tan sumergido en la extática contemplación de lo que cree ser, que olvida lo que indudablemente debería ser. Su principal ocupación es el exterminio de otros animales y de su propia especie que, a pesar de eso, se multiplica con tanta rapidez que ha infestado todo el mundo habitable, además del Canadá.
Imaginación, s. Depósito de mercaderías que poseen en común los poetas y los mentirosos. 
Insurrección, s. Revolución fallida. Fracaso de opositores que pretenden reemplazar un gobierno malo por otro desastroso.  
Jineta, s. En el ejército, insignia que permite distinguir a un oficial del enemigo; o sea, del oficial de grado inmediatamente inferior que ascendería gracias a su muerte. 
Korán, s. Libro que los mahometanos, neciamente, creen escrito por inspiración divina, pero que los cristianos consideran una perversa impostura, contraria a las Sagradas Escrituras. 
Lexicógrafo, s. Individuo pestilente que so pretexto de registrar un determinado estadio en el desarrollo de una lengua, hace lo que puede para detener su crecimiento, quitarle flexibilidad y mecanizar sus métodos. El lexicógrafo, después de escribir su diccionario, se convierte en “autoridad”, cuando su función es simplemente hacer una recopilación y no dictar una ley. El natural servilismo de la inteligencia humana, al investirlo de un poder judicial, renuncia a su derecho a la razón y se somete a una mera crónica como si fuera un estatuto legal. Basta, por ejemplo, que el diccionario catalogue a una palabra de buena ley como “obsoleta” u “obsolescente”, para que pocos hombres se atrevan a usarla en adelante, por mucho que la necesiten y por conveniente que sea. De este modo el empobrecimiento se acelera y el idioma decae. Por el contrario, el escritor audaz y cultivado que sabe que el idioma crece por innovación —cuando crece—, y fabrica nuevas palabras o usa las viejas en un sentido poco familiar, encuentra pocos adeptos. Enseguida le señalan agriamente que “eso no está en el diccionario”, aunque antes de aparecer el primer lexicógrafo (¡que Dios lo perdone!) nadie había usado una palabra que estuviera en el diccionario. En la época de oro del idioma inglés, cuando de labios de los grandes isabelinos brotaban palabras que formaban su propio significado, evidente en su sonido mismo, cuando eran posibles un Shakespeare y un Bacon, y el idioma, que hoy muere rápidamente por una punta y se renueva despacio por la otra, crecía vigoroso y se conservaba dulce como la miel y fuerte como un león, el lexicógrafo era una persona desconocida, y el diccionario una obra para cuya creación el Creador no lo había creado. 
Malechor, s. El principal factor en el progreso de la raza humana. 
Mamón, s. Dios de la religión que predomina en el mundo. Su templo principal se halla en la santa ciudad de Nueva York.
Marido, s. El que después de cenar debe encargarse de lavar el plato. 
Nihilista, s. Ruso que niega la existencia de todo, menos de Tolstoi. El jefe de esta escuela es Tolstoi. Obstinado, adj. Inaccesible a la verdad, tal como se manifiesta en el esplendor y la fuerza de nuestras creencias. El prototipo popular de la obstinación es la mula, animal muy inteligente. 
Ociosidad, s. Granja modelo donde el diablo experimenta las semillas de nuevos pecados y promueve el crecimiento de los vicios básicos
Oponer, v. Ayudar con obstrucciones y objeciones.
Perro, s. Especie de Divinidad adicional o suplementaria, destinada a recibir el excedente del fervor religioso del mundo. Este Ser Divino, en algunas de sus encarnaciones más pequeñas y sedosas, ocupa en el corazón de la Mujer el lugar a que ningún hombre aspira. El Perro es una supervivencia, un anacronismo. No trabaja, ni hila, pero Salomón en toda su gloria jamás yació todo el día en una estera, engordando al sol, mientras su amo trabajaba para poder comprar un ocioso meneo de la cola salomónica y una mirada de tolerante reconocimiento 
Perseverancia, s. Virtud interior que permite al mediocre alcanzar un éxito sin gloria. 
Quórum, s. En un cuerpo deliberativo, número de miembros suficiente para hacer su voluntad. En el Senado norteamericano, se forma quórum con el presidente de la Comisión de Finanzas y un mensajero de la Casa Blanca; en la Cámara de Representantes, bastan el presidente del cuerpo y el demonio. 
Realidad, s. El sueño de un filósofo loco. Lo que queda en el filtro cuando se filtra un fantasma. El núcleo de un vacío. 
Recluta, s. Persona que se distingue de un civil por su uniforme, y de un soldado, por su modo de caminar
Satanás, s. Uno de los lamentables errores del Creador. Habiendo recibido la categoría de arcángel, Satanás se volvió muy desagradable y fue finalmente expulsado del Paraíso. A mitad de camino en su caída, se detuvo, reflexionó un instante y volvió. —Quiero pedir un favor —dijo. —¿Cuál? —Tengo entendido que el hombre está por ser creado. Necesitará leyes. —Qué dices miserable! Tú, su enemigo señalado, destinado a odiar su alma desde el alba de la eternidad, ¿tú pretendes hacer sus leyes? —Perdón; lo único que pido, es que las haga él mismo. Y así se ordenó.
Sepulcro, s. Lugar en que se coloca a los muertos hasta que llegue el estudiante de medicina. 
Teléfono, s. Invención del demonio que suprime algunas de las ventajas de mantener a distancia a una persona desagradable.
Triquinosis, s. Réplica del cerdo a la porcofagia. 
Una vez, adv. Suficiente.
Vanidad, s. Tributo que rinde un tonto al mérito del asno más cercano.
Venganza, s. Roca natural sobre la que se alza el Templo de la Ley.
Wall Street, s. Símbolo de pecado expuesto a la execración de todos los demonios. Que Wall Street sea una cueva de ladrones, es una creencia con que todo ladrón fracasado sustituye su esperanza de ir al cielo. 
Yanqui, s. En Europa, un norteamericano. En los Estados norteños, habitante de Nueva Inglaterra. En los estados sureños, la palabra es desconocida en su forma principal, aunque no en su variante ¡fuera yanqui! Yugo, s. Implemento, mi estimada señora, a cuyo nombre latino, jugum, debemos una de las palabras más esclarecedoras de nuestro idioma: la palabra que define con precisión, ingenio y perspicacia la situación matrimonial
Zeus, s. Rey de los dioses griegos, adorado por los romanos como Júpiter, y por los norteamericanos como Dios, Oro, Plebe y Perro. Algunos exploradores que han tocado las playas de América, entre ellos uno que pretende haberse internado una considerable distancia, piensan que esos cuatro nombres representan a cuatro divinidades separadas, pero en su inmortal obra sobre Creencias Supérstites, Frumpp insiste en que los nativos son monoteístas, y que ninguno tiene otro dios que sí mismo, a quien adora bajo muchos nombres sagrados.  


El desgraciado escritor, doliente de sus heridas de guerra y padeciendo de su inseparable asma huyó para México escapando de una desfavorable y solitaria vejez en busca de un paredón para ser fusilado en lo que él llamaría una verdadera eutanasia. La única referencia de su muerte es un documento de 1914 donde se detalla entre los caídos en el Sitio de Ojinaga un Gringo Viejo.

Recomiendo a todos los amantes del humor negro, deleitarse con esta magnífica obra que hará cuestionar la herencia de nuestro lenguaje. 


Desde mi amada Dite, un saludo.
 
 



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