Toda manifestación de vida merece respeto, desde la más
pequeña oruga que se arrastra por el suelo, hasta el inmenso secoya que se impone airoso ante el
ímpetu del viento.
Es innegable la riqueza en recursos naturales del Ecuador, nuestros
mares y suelos proporcionan el sustento a catorce millones de luchadores que
día a día se sirven de las bondades de la
tierra para llevar el pan a la mesa. Uno de los recursos más valiosos y
controversiales que nos proporciona el suelo es el “Oro Negro”, la sangre de la
sociedad, el combustible de los pueblos, EL PETROLEO.
Las grandes reservas de Petróleo que custodia el Parque
Nacional Yasuní, se han convertido en una gran polémica en estos últimos
tiempos, han dividido bandos entre
opiniones de eruditos que suponen beneficios y consecuencias variadas por la
extracción del venerado mineral, desde ecologistas hasta políticos se
encuentran sumergidas en la palestra, donde se discuten ideas que velan lo
obvio.
Al escuchar el discurso gobiernista, nos encontramos con las
decenas de beneficios que implica la explotación petrolera, desde la creación
de más colegios hasta la jugosa glosa económica que recibirán los gobiernos
descentralizados como bono. Así podemos
enumerar: vivienda fiscal, hospitales, carreteras y universidades, todo para el
beneficio del pueblo con el aprovechamiento del uno por mil del bloque
petrolero. Pero, ¿es posible una explotación petrolera responsable?
Desde el punto de vista ecológico, la simple extracción del
petróleo de los suelos supone un grave perjuicio para la estabilidad del medio
ambiente privilegiado. La integridad de la flora y fauna endémica del lugar se
enfrenta a la codicia del humano que, sin temor ni reparo, se abalanza sobre la
PACHA, para arrebatarle la ambrosía que atesora. Los grupos en aislamiento voluntario cambian sus tradiciones y forma de vida austera, para adecuarse a las nuevas necesidades del
capitalismo que exige trabajo y sacrificio para dar a cambio un sueldo
convincente.
La extracción petrolera no abarca solo la construcción de
torres y puentes, la contaminación de los suelos y mares, el peligro de los
animales y las plantas. La extracción petrolera es la muestra más desvergonzada
de la osadía del hombre que se atreve a violar los confines verdes de la
quietud eterna de su propia alma, es un árbol que cae, el río que sede, el
tallo que se espanta; el niño que llora, y la tierra que se estremece al ver
que son sus propios hijos los que le
arrebatan su todo para complacer la necesidad del despilfarro.
Vivir del petróleo ya no es un beneficio, vivir del petróleo
ya no es desarrollo. Vivir del petróleo es alcahuetear y justificar el no
desarrollo, puesto que hemos vivido cuarenta años de este y hemos descuidado sectores como el agro, la
pesca, la ganadería y la industria. Los gobiernos de turno se valieron del
petróleo para no enfocarse en otras formas de comercio y desarrollo y para
llenar las arcas privadas de dinero proveniente del trueque con oro negro.
El ciudadano promedio ve con gran expectativa la explotación
del parque, se llena con las promesas del político de hacer desaparecer la pobreza
y fomentar el desarrollo, de asegurar la salud y aumentar los índices de
seguridad. Más obras, mejor calidad de vida y más empleo. El ciudadano pensante,
por su parte, está consciente de que el petróleo no es la solución a todos
nuestros males. El ciudadano pensante sabe que el petróleo no es eterno y que
nuestro país no ha desarrollado un plan de contingencia que nos guarde
económicamente ante el fin inminente del crudo. Propone el auspicio del
gobierno usando el dinero proveniente del petróleo para incentivar a los
ecuatorianos a desarrollar proyectos que cambien de una manera total la matriz
productiva actual. Dejar el crudo en la tierra y empezar a pensar en otras
fuentes de sustento gubernamental que no sean impuestos, será la salida más
inteligente a las presiones internacionales que exigen el pago de la deuda
externa adquirida para hacer flotar la economía nacional.
Si se diera el caso de que la explotación de crudo sea segura,
será obligación del régimen el asegurar que el dinero proveniente de este
menester sea administrado con la mayor seguridad y transparencia posible, ya
que sacrificaríamos un tesoro irrecuperable como lo es la riqueza natural del
parque; para obtener riqueza monetaria que seguirá cebando el patrimonio y los haberes
nacionales. Invertir el dinero apoyando la industria y la producción nacional,
la seguridad social, educación y protección de zonas verdes será obligación
también del gobierno de turno que un día convenció al pueblo promoviendo la
conciencia VERDE y que ahora ensucia sus manos con la sangre de nuestra
naturaleza invaluable.
Será el tiempo quien juzgue las acciones de nuestro pueblo,
será el tiempo que determinará la veracidad y cumplimiento de las promesas de
los políticos que se encarnan en la lucha de promover la “explotación
responsable”. Será el tiempo quien nos rinda cuentas de los beneficios que
adquirimos y que debemos retribuir a la naturaleza.
Después de todo el petróleo es el cadalso al que lentamente
asciende nuestro pueblo, seducido por la imagen de un Ecuador rico y admirable,
desde el principio nos sumergió en una deuda externa que no se puede castrar ya
que los dineros ganados no han sido bien administrados. Será en el momento en
el que el petróleo se agote y no tengamos ningún otro sustento, cuando haremos
conciencia de que como nación no tendremos futuro si no dejamos de ver al
petróleo como fuente única de riqueza.
Depende de nosotros como jóvenes velar por el cumplimiento transparente y serio de las promesas gubernamentales, es nuestro deber, llegar a constituir un Ecuador sustentable basado en Industria y ya no en materias primas; será este Ecuador enviado por las personas que algún día lo administraron y no promulgaron una conciencia nacional de crecimiento y desarrollo social.
(Discurso Ganador del Concurso de Oratoria Cmdt. Jorge Páez)
Desde mi amada Dite, un saludo.